miércoles, 13 de abril de 2011

EL RETO DE LA IZQUIERDA


La interpretación resignada que la izquierda ha hecho de esta crisis ha renunciado frontalmente a todo el acerbo teórico-metodológico de la teoría política que conforma su tradición. La izquierda está desamparada y acomplejada en el ámbito teórico-político, y cada vez se muestra más incapaz de pasar de la clave económica a la clave política, y todavía mucho más incapaz de pasar de la visión económico-estructural a la ambiental. Hasta que la izquierda no identifique el problema ambiental como la clave para interpretar la presente crisis, cayendo sistemáticamente en los discursos productivistas y economicistas del pensamiento neoliberal, difícilmente va a poder vertebrar un proyecto político genuino, y difícilmente va a poder ilusionar nuevamente a su electorado natural.

La percepción epistémica de la crisis como una crisis exclusivamente financiera ha provocado que la orientación de la política económica haya centrado su foco de atención en la asistencia al sector bancario y a la salvaguarda de los grandes intereses financieros, en tanto se han demorado importantes reformas estructurales que son inaplazables en términos de eficiencia económica a medio y largo plazo, así como en términos de justicia social e intergeneracional. Las propuestas restrictivas de Basilea III van a servir más para salvaguardar los intereses del capital financiero que para facilitar el acceso al crédito por parte de las micro y la pequeñas y medianas empresas; y la exigencia de la contabilidad social que se nos prometía cuando, en los inicios de la crisis, se empezaba a atiborrar al sector bancario con astronómicas ayudas económicas, con el argumento de quien ha generado esta crisis es la que debe asumir sus costes, ha prescrito, en tanto que es el sector financiero el que tendrá que apuntalar al sector público una vez que se reconoce abiertamente que la agenda política viene marcada por las demandas de los mercados de capitales.

Esta es la principal razón de por qué la izquierda no es capaz de armar un verdadero proyecto político, y por qué los partidos políticos de izquierdas, en los términos en los que hablaba Badiou, no pasan de ser un mero instrumento para convertirse en un medio de expresión. La izquierda está desilusionada y desarmada teóricamente, y no es capaz de entusiasmar a su electorado. Como decía Zizek, el principal problema de la izquierda es su incapacidad para proponer una visión apasionada de cambio global (sic). La izquierda se ha perdido en el laberinto de lo paramétrico, y se ha olvidado de lo estructural, de su visión interpretativa de la historia y de su proyecto emancipatorio. Se ha instalado en un discurso racionalista y moralista, y se ha olvidado de ofrecer un proyecto ilusionante que propicie el cambio global basado en su propio bagaje histórico-metodológico y en su propia propuesta emancipatoria.

A la izquierda le queda la política como instrumento emancipador. La derecha abomina de la política, reivindicando cínicamente el nozickiano Estado mínimo en épocas de expansión económica y privatización de los recursos sociales, y reclamando sin escrúpulos la intervención pública cuando hay que asistir al sector bancario como consecuencia de sus desmanes y del riesgo moral que ha propiciado un marco regulatorio perverso, injusto y esencialmente procíclico. La izquierda no puede seguir cayendo en los retruécanos del pensamiento neoliberal y debe recuperar el espacio político. Cualquier acercamiento de la gente a la política es bueno electoralmente para la izquierda, porque el espacio de lo político es genuinamente de la izquierda. El reto está, por tanto, en dignificar la política, pero no con un discurso moralizante, sino con un discurso ilusionante que motive a la gente a reivindicar el espacio político. No hay que olvidar que etimológicamente la economía es la ciencia de la casa y de lo privado, en tanto que la política es la ciencia de la plaza y de lo público.

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