miércoles, 13 de abril de 2011

LA PENALIZACIÓN DEL TRABAJO

El concepto de trabajo en nuestros días se halla en una auténtica encrucijada por diversos motivos: subjetivación, desalarización, transformaciones tecnológicas, expansión del cognitariado (Negri)… En España, la situación del trabajo es aún más grave por diversas razones. Las alta tasas de desempleo y de economía informal, el perverso régimen fiscal que grava desproporcionadamente las rentas del trabajo, los problemas seculares del sistema educativo, la elevada tasa NAIRU (la tasa de desempleo a partir de la cual se acelera la inflación) de nuestro país, la precarización y la dualización de nuestro mercado de trabajo, las rentas pasivas derivadas de obscenas prejubilaciones en grandes compañías y en la Administración pública, los retrógrados planteamientos sindicales, el fomento de la cultura especulativa, la baja productividad del empleo, etc., son factores decisivos que están poniendo en jaque la situación del trabajo en España, tanto desde el punto de vista económico como desde los puntos de vista social y motivacional.

El trabajo, que los padres de la economía clásica (David, Ricardo, Marx…) consideraban como el factor productivo fundamental para la creación de valor y riqueza, está fiscal, social e institucionalmente desprotegido en España. Los avances que se han producido en el Estado del bienestar no han tenido su correspondencia en el ámbito de la valorización y protección del trabajo. Y en la actualidad, con los mercados financieros dictando a los gobiernos las políticas económicas (ultraliberales) que deben aplicar, sin lugar a dudas el trabajo seguirá desvalorizándose y el Estado del bienestar seguirá perdiendo posibilidades de financiación. Los esfuerzos de la solidaridad social en nuestro país recaen fundamentalmente en los trabajadores, en tanto que importantes grupos empresariales perciben importantes incentivos económicos por parte de la Administración, que más incentivos funcionan como premios a la inversión.

Fiscalmente, en España trabajar es desincentivador. Los agravios fiscales de las rentas del trabajo con respecto a otro tipo de rentas e incrementos de patrimonio se basan fundamentalmente en la premisa de la rigidez de la oferta, en tanto que se considera que la oferta de capital es muy flexible y muy sensible a la tarifa impositiva. A esto, evidentemente, ha contribuido la escasa movilidad funcional, sectorial y territorial de los trabajadores en España. Además, pervive el acarreo ideológico de la especificidad del capital (Samuelson, Jones…) frente a la inespecificidad del trabajo, algo que se encuentra muy alejado de la realidad que nos pone de manifiesto la globalización de los mercados de capitales y la movilidad electrónica del capital.

El trabajo, sobre todo cuando está tan precarizado y tan poco especializado, y cuando la oferta es tan rígida, inespecífica y homogénea, como es el caso de España, se convierte en el factor productivo más fácil de gravar porque es el más genérico y el más fácil de fiscalizar, siendo muy tentador basar nuestro sistema impositivo en las rentas del trabajo. Esto lo conocen muy bien los trabajadores que perciben elevadas rentas. A partir de un determinado nivel retributivo, en España, desaparece el trabajo, y las rentas se derivan a sociedades u otros instrumentos mercantiles que cuentan con un mejor tratamiento impositivo.

La baja productividad en España es multicausal, pero sin duda, una de las principales explicaciones de la secular pérdida de productividad del trabajo en nuestro país es la pérdida de valor del trabajo y la falta de apoyo social al mismo. No hay que olvidar que en situaciones no especulativas, la pérdida de productividad del trabajo se desplaza al capital, por lo que la valorización del trabajo tiene un favorable impacto para la fijación de capital al territorio y, sobre todo, para recuperar una aceptable tasa de ahorro para nuestra economía. Poniendo en valor el trabajo en todos los ámbitos (institucional, social, fiscal…), una gran parte de los problemas económicos de los que adolece nuestro país desaparecerían. Tenemos un gobierno de izquierdas, y todavía dos años de legislatura/mandato, deberíamos aprovecharlo.

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